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jueves, 7 de marzo de 2013

Siempre que alguien muere


aunque no pertenezca a mi familia
y aunque quizá sea un artista de la televisión
o bien alguien que siquiera sabía que existía,
me aseguro de no sollozar.

De no sollozar
y tampoco de reflejar
en los músculos de la cara
cómo se entrecorta
mi respiración.

Es que cada que me llega
la noticia de una muerte,
pienso si yo sobreviviré a la de mis padres;
si la de ellos será para mí
como desbandada de pájaros reflejados en el mar
o más bien,
uno de esos dolores
por los que los amigos dejan de verte
en sus reuniones por
mucho
mucho
tiempo.

Ay, y pensar que serán dos
y no una
o ninguna
las ausencias que tendré como fotografías
en la alcoba de la casa
los huecos en mi vida
sin haberlos cavado
los espacios en mis brazos
que tendrán que irse abarcando
los lugares en la agenda telefónica
que tendré
que cancelar. Y ni modo.

Y además, 
en momentos
distintos:
para que aprenda
que la vida
sabe
cómo
repetirse. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

1989


Tiempo de reverdores
en Marzo me trajiste,
el botón de flor apenas despuntaba,
a bordo de tu bote
madera de puerto.

Nueve meses el mismo pulso convulso,
compartido,
abarcando el espacio del eco
retumbante de las sístoles y diástoles:
concierto simbiótico de tu raíz en la mía.

Soy otro lugar de ti
vuelto al mundo
y a él me aferro
- casa encumbrada-
pasamanos barandal,
pues en tus cuidados soy,
en tus preocupaciones crecí
y en tus anhelos
voy arando el camino.

Ya tu cuerpo ha sesgado
el deambular de los años
mas en él vocifera, humedecida,
la costa y su brisa
en tu sangre caliente -entonces hervidero tu corazón-
de agua marina que mece veleros
en guía hacia el muelle.

Ejido viejo de donde vienes, Madre.
Aguisado el silencio en pisos terragosos,
quietud atómica tan antónima de ti
que fastuosa revelación fuiste
y adiós el silencio claudicaste;
escorpión de cola envainada.

Me digo que he conocido una
parte infinita de Dios...



viernes, 25 de mayo de 2012

Vivido

Dónde poner lo vivido
cuando no es más
lo presente,

cuando sigue blandiendo
horas pasadas
hasta sobreponerse.

Dónde ponerlo
cuando todos los días después
son huellas que se alzan columna;

cuando tenía que irse
justo al cambio de hora,
igual que manecilla
proponiendo nuevo sol,

cuando quedó extraviado
justo entre el olvido y el recuerdo,
en ese nudo
llamado memoria.

Dónde
cuando sigue supurando,
cuando no caducó
simultáneamente con
la leche dentro del refrigerador.

Cómo decirle que el cambio de día
es puerta que se deja entreabierta
para ver de reojo
y sólo a veces entrar,

que dejó de ser su tiempo
ahora, hoy, ahorita:
espora de tiempo anclada
deseando alcanzar eternidad.

Y también
cómo reclamarle nada
si nos presentamos ante él
con cara del día anterior.