lunes, 8 de junio de 2009

Prohibido



 
Hay algo que nos pone a vivir como en espejo.
Sabemos amar, de menos lo intentamos,
sabemos dar tiempo otorgándonoslo;
entender las distancias como las vías más cortas
para estrechar nuestras manos.

Colgar el teléfono a la hora justa y
escucharnos nuevamente a quién sabe qué hora
de quién sabe qué día.

Amar sin decirlo empieza a ser constante:
la parquedad como la marca más útil
bajo las sábanas con las que me tapas del frío y
el gesto más simple, mas entrañable, cada tarde de encuentro.

Y no me quejo.
Quién dijo que al ser nombrado mil veces
asegura su existencia.

Que no se invoque en vano para no reducirlo
a cada “hoy olvidaste decirme te quiero”.
Que se mencione sin ser sentido lo somete,
y esto de terrenal,
sólo nosotros.

Asombra saber que nos queremos tan diferente
porque el amor pocas veces acepta la cautela
que susurra la mesura.
Toma lo inmediato como signo de fortaleza,
ésta que hasta ahora me confunde.
Y qué bueno que sea así.