sábado, 10 de diciembre de 2011

Ella


La inspiración
es de quienes inician,
no saben qué, pero inician.
Es de los que piden que exista lo perenne.

Es de quienes no ven el mundo:
les arde bajo la piel y lo expiran de entre las noches,
en diferentes formas y según su modo;
los escritores, por ejemplo,
lo piden crucificado en sus notas mal escritas del cuaderno
y le dan exilio en ellas como mejor fin.

Los cafés saben de inspiración,
lo reúnen algunas de sus paredes o los jardines
o las habitaciones que son ermitas que son cantinas,
donde solos nos hacemos de manantiales que nos oyen ahogar.

Vamos, hasta el cigarro necesita inspiración para encender;
la flama que llega pronta.
Puntual cuando no se le espera.
Estricta en sus tiempos.

De la inspiración es el origen.
Catalizador que viene envuelto en carreteras invisibles.
Dios, si existe, se inspiró en su día más sobrio para
crear la infidelidad, así de lúcido estaba.

Pero ella no viene si la pides, esa es una de sus condiciones.
Mujer interesada, dirían algunos,
más generosa.

La inspiración viene en dosis pequeñas y botellas grandes,
por ello guardianes de ella somos los que queremos desbocarla en significados,
destilarla hasta sus últimas consecuencias
y exhalarla hasta no verla. Dilatarla hasta que nos reciba.

La inspiración aunque a todos nos llega,
no todos la utilizamos,
y yo, por lo pronto,
no sé qué hacer con ella.




Gemelos



Me encuentro con el mundo,
no vivo en él.

Me dice que le duelen las personas,
yo le confío que me dan impotencia:
más nos acompañamos.

Esgrime que cada enojo nuestro
es un alfiler atravesándole el ombligo,
desgranándolo.

Somos ignorantes, le digo, insensatos también
y además necesitamos guía.
“No, sólo es tiempo”, defiende.

Y luego la indiferencia: ése no sentir al otro
o sentirlo tajado de uno ahogado de todo;
línea sin paralelo que anda expósita
y prefiere la cerrazón como morada,
ciega a voluntad.

El otro dejó de ser nosotros.
Humano ser, sin ser humano.
Prefiere llamarlo huelga del sentido fraterno:
déficit para reconocerte en el otro, espejo de papel;
bancarrota de sentir el Todo como propio,
faltándote en la bolsa del pantalón …

Se siente caído desde adentro,
como no funcionándole la vida,
arrastrada por estas partes que no se responden,
que no se buscan, asincrónicos a una misma función,
la de concatenar esta inmensidad que se desborda hacia dentro,
hacia sí misma: nosotros.

Qué se siente ser síntoma. No tuve respuesta;
cuando produces enfermedad en otra parte,
nunca hay aliento, sólo lamento:
más nos acompañamos.

Este nicho de soles apela a que volteemos
hacia esta siamitud que nos sutura hebra por hebra,
dermis por dermis, hasta dejarnos gemelos.

Sabernos todo en Uno,
no la unidad en sí mima,
a riesgo de soledades.



lunes, 31 de octubre de 2011

Pasatiempo


Hay días en los que dormir no es opción
cuando los problemas se filtran desde el techo
cual borrasca en casa enferma,
asfixiando lo que toca y haciéndose de lo que envuelve.
Mi envés como bienvenida siempre.

Hay días
en los que solucionar problemas dejándolos sin solución
ya no apremia; sabes que estás creciendo,
que la vida ya te preparaba un lugar junto a ella,
con el Banco esperando en el teléfono a que le pagues
o el regaño de tu jefe en el trabajo.

Tardar mi ánimo para decidir sobre ellos,
en esta mesa de disecciones que es mi vida,
me los trae con hoja doble: más míos todavía,
el lamento diario como factura.

Ellos no hacen más que volver sin avisar y,
lo peor, con los mismos secos recados.

Aunque ataviados diferente,
los reconozco de otros lugares,
de sus gestos arcaicos como historia,
de sus presencias dilatadas
y sus voces pesadas con resonancia doble:
hacia adentro, a mi pensamiento; hacia fuera, a la vida.

Los problemas exigen solución
y yo lo cumplo, estoico;
no hago más que darles su lugar
más ellos a mí pocas veces;
les doy fin para la vida que me los ha traído,
no para mí, yo los sigo usando de pretexto
para gastar mi tiempo libre.

Los problemas: mi pasatiempo favorito.

sábado, 27 de agosto de 2011

Cálculo

Recuerdas cuando no encontrábamos qué decirnos,
el silencio omnímodo lo reiteraba todo.
Yo si.

Recuerdas cuando evitábamos soñarnos
para no ver hacia fuera,
mejor despertábamos y nos encontrábamos dentro.
Yo si.

Recuerdas cuando el cariño se hizo de pies y tomó camino.

Recuerdas cuando dejé de pensarte, en qué momento del día,
en qué mes fue, con qué personas me encontraba,
qué estaba haciendo.
Yo tampoco.

domingo, 14 de agosto de 2011

Disección

En los ojos del ego camina la tarántula
con colmillos de mamut,
el perfecto adulador del sentir:
máscara del de los cuernos que caminan hasta el cielo.

Rey de los amorfos espirituales,
incorporeidad amoldada del lado flaco del hígado;
estorba duele incomoda
sobrevive.

Intento no evadir el tema, pero el ego se desdobla,
abarca terreno y me mira sobre el hombro después
de mandar a su hermano menor, el orgullo,
a impedir resistencia.  

Ausente está de mí por las mañanas,
despierto primero que él, y en mi alejamiento,
la decepción de saberlo conmigo me hace extrañar
la orfandad matutina del día siguiente.

Nos aparta del enfrentamiento.

Se llama huir, se llama envolvernos con la cobija
hasta volvernos ovillo,
se llama nadar en fuego sin desvenar el brazo,
se llama dejar, dejar la huella como pista y no como testimonio,
dejar de dar el embate frente al espejo,
la presencia delgada y el tequiero dúctil.

Ego, eres la madre sobreprotectora,
vulnerables frente al mundo nos crees
y aunque el calor apriete nos pondrás suéter
por miedo a que enfermemos.

Tu pecho, campo blindado donde nace
la exhalación reprimida del suspiro zanjado,
surco y acequia en manos del que inventa
embustes justificando bienestar: materia fútil.

Se llama miedo,
miedo de reconocerte de
hueso frágil lagrima corta,
pecho angosto y pisada ligera.
Se llama ego.



miércoles, 6 de julio de 2011

Promesa



Somos la pesadumbre que se empeña en
hacer mezcla insípida del cariño.
Los que acordamos en hacer de la dualidad roída:
permanente y efímero, una falla en nuestra química.

Lo que sabemos por duradero
siempre tendrá siembra temporal:
magnitud fechada, cortada al límite pólvora que explota.
Todo nace en el nicho de la precariedad.

Un cariño que no huele, atemporal,
que se esconde afuera, con las calamidades que brotan
del centro de los volcanes y sólo regresa a dormir
en los días de amparo.

Somos los que queremos escindirlo
entre aguas que no le pertenecen; se abastece por sí mismo.
Lo atraemos de maneras diferentes, sólo para recordar
que se encuentra en la menos voluptuosa.

No le importa,
el cariño sabe incorporarse: 
repliega la cabeza.

Este cariño pradera, de caída del sol en mis rodillas;
cariño que no concede nostalgias porque sólo drena alegrías:
camina seco bajo la lluvia y escupe en las paredes donde
jóvenes tapizan con palabras desabridas sus dejos y aventuras dirimidas.





Cariño que promete, que me promete:
cuando la luz del día caiga fluorescente,
asir noche por noche,
hasta bordarlas y cubrirme anejamente.


domingo, 29 de mayo de 2011

Nudos




Las distancias que siguen prolongándose;
un nudo brownoideo, diría el poeta, que
tercamente hizo una pausa en su recorrido
para demostrar que este encuentro siempre
le pareció fuera de lugar y caduco al tiempo.

Dejemos sopesar nuestro entusiasmo,
que las manecillas del reloj deambulen a su gusto,
como mejor les venga en gana, porque saben mejor
que cualquiera y congratulan esperas insinuadas
entre los sollozos del por qué.

He vivido separaciones horrorosas,
pero ésta es como la astilla que mancilla mis idas y regresos,
la que se estira en medio de un nudo en la garganta,
ese que hace a la vez de receptáculo del mensaje imperecedero,
del tartamudeo que he aprendido a entender en ti mejor que
cualquier palabra, de la mano ausente en el bolsillo y la mirada
que deja de ser para convertirse en ventana que permite huir,
coladera que filtra o la pluma que imprime.

Hoy, al tiempo le parecimos débiles,
incapaces, temerosos, atolondrados.
Hoy el tiempo, ese señor sin palabra, prefirió jugar con la casualidad
para hacernos creer que nos apartaba un lugar en la eternidad, juntos.
El destino, para qué mencionarlo, desde el primer momento nos separó.

Estamos dentro de ese grupo de personas que prefieren atender
el llamado del destino como el largo aliento que dará vida a este
encuentro conjurado a palidecer, el que se postra en la entrada de
la alcoba para prometer volver.


Imagen Belmorhea- Remembrance

jueves, 19 de mayo de 2011

De la lujuria al amor

L

a restauración de la dignidad del cuerpo nos demuestra cómo el ser humano se atrevió a desnudarse a sí mismo, paulatinamente, de alma y cuerpo; despojándose de los miedos impuestos de la época y los suyos mismos, tomando su cuerpo a su propia disposición, desmitificándolo y viéndolo más carnal, más mundano y quizá en algunos casos más pueril. Viviéndolo enteramente, no a mortajadas; ahora no sólo se puede llegar a dios contemplativamente, súbitamente la gente encuentra otra alternativa, admirando la belleza y en consecuencia conociendo el amor.

Se pasa de una esfera en la que la única forma en la que se puede llegar a dios es por medio de admirar la belleza en cualquier lugar, para con ello, ver el alma misma y poder arribar hasta dios, a una contraparte, en donde el contacto físico, propio de los placeres sensuales, te hace decender demasiado en la materia y así, ser considerado menos virtuoso - más no imposibilitado- para tener contacto con Dios.

El neoplatismo nos revela que no fue fácil vencer lo oscuro y engañoso de los
pensamientos que lo precedieron, y por ello no nos muestra ( no puede hacerlo) una completa reasignación del concepto, sin embargo, logra preveer alternativas a lo que se consideraba único e indiscutible: ahora tenemos una Venus Celeste, una vulgar y otra voluptuosa; personas entregadas a la contemplación, a la conservación de la naturaleza o a los placeres, según lo prefieran. Ese es el único, me parece, simple pero revolucionario avance. Nuevas opciones que se diversifican en nuevas concepciones y así, nuevas interpretaciones del mundo que conocían.

jueves, 17 de marzo de 2011

Carta



Al pasear el dedo por el calendario pensaba
cuándo fue que firmamos ese contrato, en el que
extrañarse a diario” no solamente era pétrea cláusula,
sino también orden ausente.

Cuándo o cómo fue.
Aquella vez que me despedí sin despertarte
o quizá cuando te preocupaste por saber
cómo me había ido en el día.

Vivir algo que no se anuncia me deja ansioso;
no sé si me hace más sabio por saber que lo reconozco
sin ayuda, o completo descuidado por no haberlo previsto.

No quiero fallarte mi pequeña saltamontes.
Empiezo a padecer las huidizas cláusulas que jamás vi.

(“Después de encariñarse con la persona, denomínale
un sobrenombre dulce, agradable, puede ser en diminutivo,
alusivo a algo especial etc., a fin de que al recordarlo años
después, suene ridículo”).

Abogo por nombrar a esto de alguna manera,
como quieras: una palabra de cinco letras, de dos, con números …
Necesito identificar esto que nos allana  al momento
de destender la cama para dormir a solas y cuando nos despedimos.

No anuncia su llegada cuando ya siento
nuevamente tu cuerpo de algodón que me llama a verlo.

Ofelia, empiezo a fungir responsabilidades que
creo mías cuando no estamos juntos:
me siento en deuda contigo si paso horas sin pensarte .

Espero sepas la respuesta.







Fotografia de Nan Goldin
- Clemens ans Jens making love - Hard in Mouth

miércoles, 2 de febrero de 2011

Cualquier otro lado





Me gusta encontrarte siempre en las avenidas que no cruzo,
debajo de los puentes incomunicados:
ecos unísonos que yacen bajo mi piel.

Adoro, también, rastrear palabras que se quedaron enfermas
en las camas de los hospitales o agonizando encerradas entre
pastas de libros viejos para hacerte un collar con ellas, todas esas
que se pierden entre las calles cuando amanece sol opaco.

¿Seremos iguales?
Cazamos luciérnagas de día y terminamos exhaustos antes
del anochecer, nos pesa tremendamente la idea
de reconocerlas sin luz. Creemos encontrarlas.
Me escuchas. Es pregunta. No importa. 

Del otro lado sé que me escuchas: en el asiento vacío del
transporte que tomo todos los días para ir a trabajar o
la carta que envío sin destinatario siempre me respondes ávidamente,
de todas formas como recuerdas o aprendes, comiéndome los ojos con
cada palabra que alimenta tu imagen.

Debajo este puente inválido te pienso tan seguido;
procuro saber de ti en los momentos oportunos y
extraviarte en aquellos donde me dificultas todo.

Somos par en la distancia, querella incomprensible que
se reconocerá apenas sabida …

Del otro lado estaré o me esperarás,
como  irrupción de ola que deviene caricia.