
Al
pasear el dedo por el calendario pensaba
cuándo
fue que firmamos ese contrato, en el que
“extrañarse a diario” no solamente era pétrea
cláusula,
sino también orden ausente.
Cuándo o cómo fue.
Cuándo o cómo fue.
Aquella vez que me despedí
sin despertarte
o quizá cuando te
preocupaste por saber
cómo me había ido en el día.
Vivir algo que no se anuncia
me deja ansioso;
no sé si me hace más sabio
por saber que lo reconozco
sin ayuda, o completo
descuidado por no haberlo previsto.
No quiero fallarte mi pequeña saltamontes.
No quiero fallarte mi pequeña saltamontes.
Empiezo a padecer las
huidizas cláusulas que jamás vi.
(“Después de encariñarse con la persona, denomínale
un sobrenombre dulce, agradable, puede ser en
diminutivo,
alusivo a algo especial etc., a fin de que al
recordarlo años
después, suene ridículo”).
Abogo por nombrar a esto de alguna manera,
como quieras: una palabra de
cinco letras, de dos, con números …
Necesito identificar esto
que nos allana al momento
de destender la cama para
dormir a solas y cuando nos despedimos.
No anuncia su llegada cuando
ya siento
nuevamente tu cuerpo de
algodón que me llama a verlo.
Ofelia, empiezo a fungir responsabilidades que
Ofelia, empiezo a fungir responsabilidades que
creo mías cuando no estamos
juntos:
me siento en deuda contigo
si paso horas sin pensarte .
Espero sepas la respuesta.
Fotografia de Nan Goldin
- Clemens ans Jens making love - Hard in Mouth