sábado, 10 de noviembre de 2012

1989


Tiempo de reverdores
en Marzo me trajiste,
el botón de flor apenas despuntaba,
a bordo de tu bote
madera de puerto.

Nueve meses el mismo pulso convulso,
compartido,
abarcando el espacio del eco
retumbante de las sístoles y diástoles:
concierto simbiótico de tu raíz en la mía.

Soy otro lugar de ti
vuelto al mundo
y a él me aferro
- casa encumbrada-
pasamanos barandal,
pues en tus cuidados soy,
en tus preocupaciones crecí
y en tus anhelos
voy arando el camino.

Ya tu cuerpo ha sesgado
el deambular de los años
mas en él vocifera, humedecida,
la costa y su brisa
en tu sangre caliente -entonces hervidero tu corazón-
de agua marina que mece veleros
en guía hacia el muelle.

Ejido viejo de donde vienes, Madre.
Aguisado el silencio en pisos terragosos,
quietud atómica tan antónima de ti
que fastuosa revelación fuiste
y adiós el silencio claudicaste;
escorpión de cola envainada.

Me digo que he conocido una
parte infinita de Dios...



viernes, 25 de mayo de 2012

Vivido

Dónde poner lo vivido
cuando no es más
lo presente,

cuando sigue blandiendo
horas pasadas
hasta sobreponerse.

Dónde ponerlo
cuando todos los días después
son huellas que se alzan columna;

cuando tenía que irse
justo al cambio de hora,
igual que manecilla
proponiendo nuevo sol,

cuando quedó extraviado
justo entre el olvido y el recuerdo,
en ese nudo
llamado memoria.

Dónde
cuando sigue supurando,
cuando no caducó
simultáneamente con
la leche dentro del refrigerador.

Cómo decirle que el cambio de día
es puerta que se deja entreabierta
para ver de reojo
y sólo a veces entrar,

que dejó de ser su tiempo
ahora, hoy, ahorita:
espora de tiempo anclada
deseando alcanzar eternidad.

Y también
cómo reclamarle nada
si nos presentamos ante él
con cara del día anterior.



domingo, 1 de abril de 2012

Carretera


Las carreteras nunca son vastas,
siempre cortos sus kilómetros,
faltos en distancia
para dejar la despedida augusta
en algún paraje recorrido
o en el adiós satisfecho.

Nunca lo suficiente anchas
para el número de automóviles que por ahí pasan,
o poco consideradas
para advertir que el espacio echado atrás,
tendido,
resucita en igual número de recuerdos
achatados por la lejanía
y desvencijados por la memoria.

Prefiero el avión para marcharme
y no sentir esta incomoda sensación
de ir dejando todo a espaldas,
en no sé qué lugar,
haciéndole escenografía a mi vida,
apiñado al dar vuelta
en cualquier curva pronunciada.

Las carreteras nunca son vastas:
siempre faltándoles un pedazo
al final o al inicio,
o en los lados,
o hacia arriba o por debajo.
Quienes las construyen
no toman en cuenta que habemos
quienes nos albergamos en ellas
para olvidar.