Dónde poner lo vivido
cuando no es más
lo presente,
cuando sigue blandiendo
horas pasadas
hasta sobreponerse.
Dónde ponerlo
cuando todos los días después
son huellas que se alzan columna;
cuando tenía que irse
justo al cambio de hora,
igual que manecilla
proponiendo nuevo sol,
cuando quedó extraviado
justo entre el olvido y el recuerdo,
en ese nudo
llamado memoria.
Dónde
cuando sigue supurando,
cuando no caducó
simultáneamente con
la leche dentro del refrigerador.
Cómo decirle que el cambio de día
es puerta que se deja entreabierta
para ver de reojo
y sólo a veces entrar,
que dejó de ser su tiempo
ahora, hoy, ahorita:
espora de tiempo anclada
deseando alcanzar eternidad.
Y también
cómo reclamarle nada
si nos presentamos ante él
con cara del día anterior.